viernes, 30 de septiembre de 2011

Confesiones de Marilyn




Confesiones de Marilyn



"I'm selfish, impatient and a little insecure.
I make mistakes, I am out of control and at times hard to handle.
But if you can't handle me at my worst,
then you sure as hell don't deserve me at my best."


Marilyn Monroe




(Soy egoísta, impaciente y un poco insegura.
Cometo errores, soy descontrolada y a veces soy difícil de manejar.
Pero si no me puedes soportar en mis peores momentos,
entonces es segurísimo que no me mereces en mis mejores.)


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lunes, 26 de septiembre de 2011

Heráclito y el fuego de la ira






"Es necesario apagar la ira con más rapidez que un incendio."


Heráclito de Efeso


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Giorgos Seferis - Santorin (fragmento)




Giorgos Seferis
"Santorin"
(fragmento)



Aquí estamos desnudos sosteniendo
la balanza que se inclina del lado
de la injusticia.




Giorgos Seferis
(1900-1971)
Poeta, ensayista y diplomático griego



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El mismo viaje









“Llegar y partir son dos lados de un mismo viaje”



Milton Nascimento



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sábado, 24 de septiembre de 2011

Muerto el que no vuela!




Muerto el que no vuela!



Eugenia Plaza Martínez


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Viniste al fin - Akiko Yosano (tanka)



Viniste al fin
Akiko Yosano
(Tanka)




Viniste al fin, y por eso
dejé ir a las libélulas
que conservaba cautivas
entre mis cinco dedos
este atardecer de otoño.

 

Tanka (tipo de poema japonés de 5 versos y 31 sílabas)
Akiko Yosano
(1878-1942)
Escritora y poetisa japonesa
 
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jueves, 22 de septiembre de 2011

Drogas psicodélicas, una ventana a la mente?



Una ventana a la mente
Susan Blackmore





Las drogas psicodélicas proveen una de las mejores evidencias de que la mente está en el cerebro; que nuestros pensamientos, creencias y percepciones son resultado de la química. Tome usted una droga, específicamente algún alucinógeno, y muy probablemente su más íntimo “yo” resultará transformado. Esto significa que estas drogas pueden ser temibles, y que deben ser consumidas con gran cuidado y respeto para que potencialmente nos puedan revelar algunos de los secretos más ocultos de nuestra conciencia.

Hace un siglo, mucho antes de la prohibición, las bases de una ciencia de la intoxicación estaban siendo establecidas, y el psicólogo estadounidense William James, experimentó con el Óxido de Nitrógeno, un anestésico conocido como el “gas de la risa”. Nuestra conciencia normal racional, nos dice, es solo un tipo especial de conciencia, mientras que alrededor a ella se encuentran formas de conciencia completamente diferentes, siempre disponibles si se aplica el estímulo adecuado.

Otros experimentos describieron meticulosamente los efectos de inhalar éter, cloroformo o marihuana, y las extrañas distorsiones en el tiempo, la percepción y el sentido del humor que éstos producen. Más curiosamente, también describen cambios en las creencias e incluso en las filosofías. Por ejemplo, el Óxido de Nitrógeno tenía la curiosa habilidad de cambiar a los científicos materialistas al idealismo. Su descubridor, Sir Humphry Davy, valerosamente tomó él mismo la droga en un experimento en 1799 y concluyó diciendo “Nada existe, sólo los pensamientos”. Otros hicieron observaciones similares y encontraron sus ideas profundamente modificadas tras un pequeño encuentro con “otros estados de conciencia”.

Esto nos lleva a la muy curiosa pregunta de si lo que James llamó “nuestra conciencia normal racional” es necesariamente la mejor forma de comprender el mundo. Después de todo, si nuestras ideas sobre el mundo pueden cambiar tan dramáticamente con la ayuda de una simple molécula como el Óxido de Nitrógeno; ¿cómo podemos estar seguros de que nuestra química cerebral normal es la más adecuada para hacer ciencia y filosofía? ¿Y qué tal si la evolución hubiera tomado un camino ligeramente diferente y hubiéramos terminado con una química cerebral menos inclinada a hacernos creer en dios y en la vida después de la muerte?, ¿O qué tal si la química actual del cerebro evolucionó para ayudarnos a sobrevivir y a reproducirnos con el costo de darnos falsas creencias sobre el mundo? Si esto es así, es posible que las drogas alteradoras de la conciencia nos den, de hecho, mejor y no peor entendimiento del que tenemos en nuestro llamado “estado normal”.

Tomen como ejemplo la experiencia habitual de “disolver nuestro yo”, o de “volverse uno con el universo”. Esto puede sonar como mística sinsentido, pero de hecho, encaja mucho mejor con el entendimiento científico del mundo que con nuestra visión dualista tradicional. La mayoría de nosotros se siente, la mayoría del tiempo, como si fuera una especie de “yo separado” habitando en un cuerpo como si chofer de automóvil se tratara. Hablamos de “mi cuerpo” e incluso de “mi cerebro” como si el “yo” fuese algo separado. A través de la historia, muchas personas han creído en un alma o espíritu que pueden abandonar el cuerpo e incluso sobrevivir a la muerte de éste. La ciencia, sin embargo, ha sabido por mucho tiempo que esto no puede ser así.

No hay un “observador” dentro de nuestro cerebro que tiene nuestras experiencias, y no hay espacio en él donde quepa un “yo interior” para controlarlo. Sólo está un cerebro hecho exactamente de lo mismo que el mundo a su alrededor. En otras palabras, realmente somos uno con el universo.

Esto significa que el sentido psicodélico puede ser, de hecho, más cierto que la visión dualista ordinaria. Así que, aunque nuestro estado normal es mejor para sobrevivir y reproducirnos, no siempre ha de ser el mejor para entender quienes y qué somos.

Quizás hasta podríamos tener ciencias llevadas a cabo en alguno de éstos estados intoxicados. Esto es justo lo que el psicólogo Charles Tart sugirió en 1972 en la prestigiosa revista Science. Él relacionó diferentes estados de la conciencia con diferentes paradigmas científicos y propuso la creación de “ciencias de estados específicos”; ciencias nuevas que serían realizadas por científicos trabajando en estados alterados y comunicando sus hallazgos a otros en esos estados. Estas nuevas ciencias podrían tener solo aplicaciones limitadas, pero da en el blanco en que nuestro estado normal, constreñido como es por la particular química evolutiva que le tocó, podría no ser la única forma de entender el universo.

Desde el trabajo pionero de Tart acerca de los estados alterados, la mayoría de las drogas psicodélicas han sido prohibidas y las investigaciones en este aspecto obstaculizadas. Mientra las culturas que han usado estas drogas por milenios, las han tratado con respeto y las controlan con rituales elaborados; nuestra cultura les deja su control a los criminales e intenta negar sus asombrosas capacidades en la conciencia. Quizás un día, cuando la prohibición sea finalmente abandonada, los científicos podrán una vez más retomar la promesa ofrecida por estas pequeñas sustancias químicas que nos pueden decir mucho de nosotros y de lo que somos.


Publicado en New Scientist, 13 de Noviembre del 2004, p 36
From "A window to the mind"

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lunes, 19 de septiembre de 2011

Aprendiendo de las pasiones




Aprendiendo de las pasiones





“La única libertad posible se realiza a través
del conocimiento de las propias pasiones”

Baruch Spinoza
Filósofo holandés
(1632-1677)



Tal vez el mayor maestro en el campo de la pasionalidad haya sido el holandés Baruch Spinoza.
O al menos es por lejos, mi predilecto cuando se trata de tomar por los caminos -y precipicios- a que nos conducen las pasiones.

Entrar en los textos de Spinoza conmueve, decía Deleuze. Y cuán cierto!

El conmovido no es sino aquel que se ha otorgado el permiso de ser-movido-de-lugar por una fuerza que sabe que lo excede, que lo puede, que lo toma transitoriamente como delicado rehén. Los conmovidos participan, por decirlo de alguna manera, de una consternación que los modifica.
A veces hay seres que nos conmueven.
A veces hay situaciones que nos conmueven.
A veces hay imágenes que nos conmueven.
A veces hay sentimientos que nos conmueven.
A veces hay filósofos cuyo pensar nos conmueve. Este último es el caso de Spinoza.

Y Spinoza conmueve porque, literalmente, nos mueve de lugar.




-Cuando se quiere ser el mago, y se termina siendo el penoso conejo

Los textos de Spinoza ofrecen respuestas para un mejor vivir, cosa algo infrecuente en estas épocas invadidas por el hiperderecho a la pregunta e inversamente yermas en los terrenos en que debería existir cierta obligación de dar respuestas precisas. La filosofía, cuando escapa en determinados temas a aquello de "dar respuesta" se pierde en una atmósfera de vaguedades de la que no se logra sacar nada en limpio. No se trata de que la filosofía sea útil (eso se lo pueden pedir a un BlackBerry), ni precisa (para eso está el rigor de la ciencia) ni práctica (eso lo esperamos del funcionamiento de la canilla de la cocina) ni cómoda (para eso están las zapatillas viejas). Pero nada de esto impide que la filosofía ofrezca algunas pistas para vivir diferente, después de todo es la crítica audaz del filósofo la que se encuentra en mejor posición para destituir del universo de lo humano la mala siembra, la mentira, los absurdos bajo los cuales se sufre y/o se perece.

La lectura de Spinoza invita, de cierto modo, a preguntarnos sobre ese inasible e inmemorial objetivo de la filosofía que ha sido y es tratar de “saber sobre sí mismo” con el fin de alcanzar un devenir intensamente mejorado. En su invitación, nos ofrece elucidantes respuestas en torno a qué consiste la pasión.

Y, admitámoslo, tal vez la lluvia incesante de libros de autoayuda y la proliferación de toda una cultura de soporte del Yo no estén dando cuenta sino de lo perdidos que estamos respecto de la construcción de ese sí mismo que se escabulle con frecuencia bajo los falsos ropajes del narcisismo. 

Nos hemos sacado los dogmas de la sujeción a un modelo de existencia monocorde... inmenso logro de las subjetividades libertarias. Pero resulta que quedamos desnudos y tiritando ante las coordenadas alteradas que implica que todas las opciones estén abiertas. Si hasta hace casi un siglo atrás "se era quien se debía ser" (o sea, un sujeto sujetadamente homogéneo cuya radical libertad para vivir como quiera era considerada una exigencia sacrílega que atentaba contra el buen funcionamiento de la comunidad) hoy estamos ante el desconcierto del “puedes ser cualquier cosa”. De ahí a la sensación de ligero desamparo identitario no hay más que un paso.

Nadie sabe casi nada de sí mismo. Incluso, aunque se afirme lo contrario.
No avanzamos mucho en este punto desde los griegos en adelante. Y al menos con respecto a la preocupación por saber quién y cómo ser, los presocráticos nos siguen llevando grandes ventajas pese a más de 2500 años de distancia entre ellos y nosotros.

Si corremos un par de cortinas de humo discursivas, aquello que alguien cree saber de sí es puro invento: nos hemos vuelto expertos en discursear frente al espejo un relato de sí convincente para justificar neurosis, escapismos, mediocridades, cobardías, inlucidez, apatía, estupidez.  Los relatos con que nuestro tramposo narcisismo se mantiene de pie frente a ese espejo vanidoso son eso mismo, efectos de un espejismo. De hecho lo más interesante y a la vez trágico es que se puede funcionar desde esos insensatos espejismos!

Claro, hasta que un día los espejismos dejan de sernos funcionales y empezamos de a poco, o de repente, a colapsar.  Entonces una maldita lluvia de meteoros se cae sobre nuestra cabeza y el show de las preguntas tsunámicas no se hace esperar: -Era esto lo que quiero hacer por el resto de mi vida? -Dónde han quedado mis proyectos personales? -Estoy satisfecho con mi trabajo? -Hacia donde estoy yendo? -Es esta pareja con quien realmente quiero pasar el resto de mi tiempo en este mundo? -Quiero pasar mi día en una oficina sintiéndome el engranaje de una máquina que me está matando lentamente? -Es esto en lo que se han transformado mis sueños? Qué vida de mierda estoy viviendo?  


En resumidas cuentas, se quiso ser el mago pero algo le jugó un truco complicado al anhelo y nos descubrimos como un conejo apretado dentro de una galera... mientras, los demás aplauden -con suerte- o encima nos silban por no lucir siempre bien ni hacer las cosas a tiempo. Entonces, como émulos de Michel Douglas, tenemos nuestro "momento falling down" y creemos que estamos al borde de encarnar sin miramientos nuestro propio y demente “Día de Furia”. Ese temor al desgobierno de sí bajo la captura del enojo irascible indica a las claras que no sabemos hasta donde podemos soportar una situación angustiante, ni mucho menos sabemos como poder contrarestarla. En suma, poco sabemos sobre casi nada. Y si supiéramos lo que debemos saber y entender más y mejor, los psicoanalistas habrían dejado de existir como subespecie curadora hace ya largo tiempo, y las editoriales no publicarían para llenar frondosos anaqueles con exitosos manuales para desorientados existenciales.

Qué hacer?
Algunos hacen nada. Casi todos. Tragan saliva y siguen, caminando hacia el calvario de los dromedarios.
Otros estallan. Malamente.
Muchos mandan todo al carajo, sin poder al día siguiente siquiera abrir un ojo de la resaca. 
Un pequeño e insignificante número de seres trata de pensar en las causas de su malestar para intentar el arduo y poco garantizado trabajo de remover las razones del desastre.

Por mi parte creo que tal vez un poco de Spinoza básico nos desmarearía, tal vez nos aporte alguna pista para no llegar a perder los estribos a lo William Foster, y hasta quien sabe tal vez nos quite algo de la nausea que se experimenta ante la fascinación por los recetarios, los ritos de los chamanes de la psique, o las ganancias que vamos dejando los fines de semana en manos de nuestros pseudosalvadores dealers.




-La ira de Aquiles

La ira como pasión furiosa es un asunto muy tempranamente abordado por la filosofía.

Aquiles es objeto de Menis, la cólera de los dioses. Decir que el héroe de Troya es movido por la ira, es decir que sus fibras se mueven enfurecidas por los dioses. Aclaremos que en el mundo antiguo no es lo mismo la ira de los dioses que la ira de un mortal. En efecto, los griegos usaban la palabra “thumos” para referirse a la mera agitación enojosa de los humanos, diferenciándola de ese modo de “Menis”, la ira divina.

Aquiles encolerizado tal vez haya sido uno de los ejemplos más citados de iracundo actuando fuera de sí. En su caso, la ira se enciende cuando la esclava Briseida le es arrebatada por Agamenón. Aunque el máximo momento de desborde debe situarse ante la experiencia de la muerte: el héroe descubre que su amado compañero Patroclo había caído muerto en batalla bajo la espada de Héctor y estalla furioso. A los gritos exigirá a Héctor que se presente a luchar cuerpo a cuerpo. Aquiles quiere venganza. Una venganza que no le devolverá el pulso a su querido Patroclo. Venganza siempre inconclusa, haga lo que haga, incluso hasta cuando destruya el cuerpo de Héctor con sus armas y lo arrastre impiadosamente alrededor de los muros troyanos. 
La ira perniciosa del héroe de “La Ilíada” ha sido analizada muchas veces por el ojo filosófico, alertando casi siempre sobre lo mal que pueden guiarnos las pasiones en sus arrebatos aunque el elemento racional (justificativo, digamos) también pueda observarse en ese comportamiento violento.

No se trata de deslegitimar los motivos de la ira (de hecho la ira siempre tiene sus “razones” si escarbamos un poco en los hilos de aconteceres encadenados del eventual iracundo) y sobre todo si estamos ante la muerte de quien se ama. En tal caso, la furia es absolutamente justificada por tratarse de una situación emocional extrema.

Por lo tanto no se trata de pensar en la ira en sí y sus siempre posibles disparadores y/o legitimidad, sino de analizar las acciones a las que conduce la furia desatada. Desde allí mismo podríamos también pensar en las infinitas consecuencias de la ira de Poseidón haciendo naufragar a Ulises y creando a partir de allí todo el relato odiseico. O, para no olvidarnos de la relación entre ira y venganza femenina, recordar a la desatada de Medea.

Ivonne Bordelois sostiene que la ira de Aquiles es la primer pasión con que se inaugura nuestra civilización occidental. Pienso que si es así, mal comienzo hemos tenido como cultura civilizada...

Platón hablará de “educar la cólera” pues la considera como una especie de reservorio de enorme energía. Destacará incluso la particular forma de cólera de los jóvenes, aunque no dejará de pensar en las pasiones como enfermedades del alma. Pero pensemos que Platón escribe en tiempos en que la guerra era la norma y la paz una excepción a la que incluso algunos veían como “desvigorizante”. Por eso justificará el uso de la ira en tanto ésta sirve como energía pasional para ser canaliza en la guerra y en la ambición. Curiosamente en una línea similar los escolásticos y, particularmente, el supuesto "santo" de Tomás de Aquino también justifican como pasión peculiar a la ira: si la intención de reparar una injusticia es justificada, la ira es la que desata la necesaria venganza reparatoria (en este sentido me pregunto si habrán leído a Aquino y su ideal vengativo los políticos iracundos arengadores de la eterna punición a sus enemigos... pero eso es otra línea para abrir a futuro en este abanico de las pasiones).




Pasiones para “saber” vivir mejor

Por qué las pasiones, siendo tan volubles e intensas, sin embargo podrían aportarnos un cierto saber indispensable para vivir mejor?

Porque para saber qué nos puede orientar hacia un mejor vivir hay que saber sobre las propias pasiones. Saber qué nos apasiona y qué nos desapasiona.
Saber cuáles son los efectos de esas pasiones sobre uno mismo y sobre los demás.
Saber por qué valdría la pena intentar llevar adelante ciertas pasiones si es que estas nos conducen a una existencia más intensa.
Saber en quien nos podemos transformar cuando hay bella y buena pasión de por medio.
Saber con pasión y desde la pasión, quien se es y se desea ser.


Porque, realmente sabemos quién uno es?
Sabemos en verdad quien somos?

Por momentos parecería que sabemos mejor quien no somos y/o quien no deseamos ser y/o quien hemos dejado de ser. Para variar, la respuesta desde la negativa es más rápida y clara que aquella definición de sí mismo que uno busca elaborar afirmativamente.

Si es que no sabemos exactamente quien somos, por cuál vía podríamos acceder hacia ese saber de sí? Pues Spinoza propone definitivamente la vía de las pasiones como un modo de acceso a ese saber de sí. Conocer nuestra pasionalidad nos ayuda en el dar forma es esa escabullente respuesta sobre nosotros mismos.




La pasión como devenir

Veamos algunas pistas spinozianas:

-Contrario a toda una larga tradición demonizante de las pasiones, Spinoza apuesta a un viraje en la connotación de lo pasional. Spinoza positiviza la pasión. Propone una suerte de colaboración de las pasiones y los afectos a fin de llegar desde ahí a una comprensión racional de sí y de los que nos rodean. La pasión se vuelve positiva mediadora en la libre voluntad de desear conocerse a sí mismo.

-No se trata de condenar las pasiones, ni de acallarlas, ni de atemperarlas bajo la fusta del control, ni de olvidarlas con el somnífero mortal del ascetismo. Se trata de comprender la pasionalidad singular de cada uno, dibujar con la propia mano el mapa de las pasiones personales para hacerlas jugar a favor del desarrollo de todas las potencialidades que haya en un ser. Las pasiones se ponen así, del lado de la sobreabundancia de vida y del habitar esa sobreabundacia a fin de volvernos más y mejores.

-Sólo tirándonos de cabeza en las propias pasiones a fin de entenderlas vívidamente podremos saber cuales de entre ellas son debilitantes pasiones inútiles, cuales son pasiones innecesarias, cuales pasiones venenosas. Sí, porque no se trata de decir que todo lo pasional es bueno para alguien ni mucho menos, sino de tamizar con inteligencia de entre el manojo semi-indistinto de lo pasional qué nos hace bien, qué nos mejora como seres, y darnos cuenta asimismo de qué pasiones nos hacen decaer, empobrecernos, entristecernos, enfermar.

-Se trata de disminuir el efecto que esas “no buenas” pasiones que nos marcan dolorosamente el alma con el ritmo debilitante de la tristeza, y aumentar la expansión y construcción de aquellas pasiones “alegres” a través de las cuales nos sentimos más expandidos, más potentes. Apostar a latir, no a disecarse. Cultivar las pasiones en que tocamos la dicha.

-Transformar las pasiones tristes en pasiones alegres es la constante tarea ética del sujeto. Para qué? Pues para alcanzar un estado de existencia mejor, más satisfactorio. Después de todo nuestras acciones serán equivocadas en la medida que sigamos alimentando el perverso juego de padecer nuestras pasiones decadentes, y al mismo tiempo nuestras acciones serán acertadas en la medida en que empecemos a alimentar el benéfico juego de sembrar ahí donde nacen nuestras pasiones ascendentes.

-Las pasiones “deben” ir de la mano de un mayor despliegue de nuestro potencial. Si no lo hacen estamos en la trampa del pathos, del sufrimiento mórbido, de ese carcinoma lento que se cuece en los recovecos del resentimiento. Enfermamos por causa de permanecer demasiado adheridos a nuestras pasiones tristes. Recobramos la salud cuando nos sacudimos tanto como podemos la tristeza y nos ponemos en mayor contacto con la alegría, con lo que nos produce alegría. Me detengo un instante: qué es lo alegre? No lo que produce risa necesariamente (aunque la risa sincera no es más que la exteriorización de la alegría del alma), tampoco lo que da placer (hay placeres de superficie que no llegan jamás a rozar la plenitud, y recordemos también que hay placeres sumamente retorcidos que se alejan por completo de la alegría). Lo alegre es aquello que intuimos/creemos/sentimos nos permite expandir nuestras potencias hacia un horizonte de realizabilidad concreto. A la luz de la alegría potenciadora cobran dimensión casi perfecta la risa y el placer.




Alegres, potentes, expandidos, poderosos

Para Spinoza, la alegría es la pasión clave, básica, estructural de la que se hace posible derivar otras pasiones también positivas para alcanzar mayores estadios de plenitud existencial. Lo extraordinario de una buena pasión (que por eso llamamos "alegre") es, según su propias palabras, que a través de ella podemos pasar "a un estado de mayor perfección". En este sentido se puede sostener que, por ejemplo, un buen amor nos perfecciona, mientras que un mal amor (y por eso, pasionalmente "triste"), nos im-perfecciona. En la alegría de las buenas pasiones crecemos en mútiples direcciones, nos volvemos existencialmente más ágiles, nos entusiasmamos impetuosamente.

Somos alegres cuando somos más potentes porque hay potencia en aquello que nos alegra.
Somos mejores cuando más podemos y mejor hacemos.
Somos combustible de la propia felicidad cuando sentimos que algo/alguien nos expande.
Somos fuertes bajo el poder de la alegría.


En contraposición, la tristeza es la pasión que nos mata, de a poquito o de un golpazo. Nos aminora, nos arruga, nos comprime, nos retrae, nos detiene, nos paraliza, nos daña. De la tristeza y por ella caemos en nuestras zonas de oscuridad paralizante, perdiendo así preciosas y no muchas oportunidades de ser feliz, de sanar, de amar, de saltar y tirarse por la pendiente de algún imperceptible arcoiris que nuestra opacidad nos impide apreciar en su justeza. En suma, en la tristeza perdemos. Y en todas las pasiones inauténticas que se engarzan al decaimiento y la jodida repetición de lo mismo nos volvemos estúpidos, nos atontamos, nos echamos a perder en el peor de los sentidos. Sólo lo que es benéficamente diferente nos vuelve a la vida gratamente.  


Somos tristes cuando perdemos potencia porque perdemos potencia estando tristes.
Somos peores cuando menos podemos y peor hacemos.
Somos infames boicoteadores del propio bienestar cuando dejamos que algo/alguien nos contraiga.
Somos débiles bajo la tiranía de la tristeza.


Spinoza se desembaraza de Platón y su uso de las pasiones iracundas con utilidad belicosa.
Spinoza piensa la libertad desde una política de la alegría
Spinoza conmueve porque, en definitiva, la transparencia de su ética vitalista está más cerca de las formas del buen amor que del enfrentamiento, la guerra, la soledad y el odio.


La aritmética pasional que se desprende de Spinoza definitivamente nos ofrece respuestas cuando creemos haber perdido como Teseo la punta del hilo dentro del propio laberinto de afectos y afecciones.



Más amorosa alegría, menos odiosa tristeza.

Más pasión razonada, menos irracional desapasionamiento.

Más Eros, menos Thanatos.

Más libido, menos bombas.

Más libertad responsable, menos insana cobardía.

Más diferencia, menos repetición de lo mismo.

Más aphrodisia, menos soledad.





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Inversiones lógicas






"Una jaula fue en busca de un pájaro."


Franz Kafka



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domingo, 18 de septiembre de 2011

sábado, 17 de septiembre de 2011

Amores y amares





Amores y amares




"Somos capaces de amar a más de una persona al mismo tiempo"

Helen Fisher





En una charla magistral que diera hace tiempo atrás mi querida y admiradísima Helen Fisher, suelta una serie de afirmaciones fuertes y perfectamente argumentadas acerca del amor romántico, el sexo y el apego a una pareja estable.

Apoyada en la razonabilidad de la ciencia, Fisher explica las lógicas de los procesos amorosos (siempre así, en plural, pues el amor es en estado múltiple) munida con las armas afiladas de la biología evolucionista, pero sin descuidar la mirada antropológica combinada con los datos ineludibles de la cultura y la vida misma. Fisher no sólo explica. Asombra, provoca, da que pensar.





-El humano (demasiado humano) animal amoroso

Con qué nos provoca la antropología biológica de Fisher? Nada menos que con estas inquietantes afirmaciones:

-Avanzar hacia el pasado
-Abandonar la political correctness de suponer una ideal igualdad entre hombres y mujeres.
-Apelar al cerebro y su maravilloso funcionamiento para re-pensar las diferencias que el "cableado" evolutivo nos ha dejado impreso en nuestros comportamientos amorosos y sexuales.
-Pensar en el lugar y papel que juegan el lenguaje y la palabra femenina en la estructuración de estas diferencias de género.
-Analizar en qué consisten las interacciones entre los tres sistemas cerebrales: lujuria, amor y apego.
-Establecer modos de interacción y de autonomía de estas tres vías por donde transitan nuestros amores y amares.


Sí, "somos capaces de amar a más de una persona al mismo tiempo".

Fisher concluye que el animal humano no esta “programado” genéticamente para ser feliz, sino para reproducirse. Suena fuerte…




-Hilos de oro, hilos de baba

Sin embargo, también nos habla de la belleza de sentirse inexorablemente atraído hacia esa extraña proximidad misteriosa que constituye el "otro", del dislocamiento subjetivo que se produce cuando esa otredad empieza a ser sentida súbitamente como "amable", "deseable", "apareable".

El milagro amoroso no es en absoluto un asunto de intervención metafísica divina. La magia del amor es verdaderamente magia cuando el hechizo es tal que abandonamos de a ratos la razón, el orden, la grisácea cotidianeidad y nos contemplamos como envueltos en una nube de sinsentidos... pero alquímicamente renovados, alados. El resto es truco barato. Velas e inciensos ambientales que sólo demuestran una no muy ingeniosa (ni original) elaboración de las estrategias de seducción, doblez teatral donde no tarda en percibirse la escenografía de lo mágico sin poder llegar plenamente a ser real magia amorosamente transformativa. Pero a la gente le gusta mentirse y que le mientan por un rato. Esta predilección por los fueguitos de artificio simplemente muestra el humano gusto por los autorelatos insinceros, y más profundamente, deja en evidencia que la mayoría de los mortales no soporta el vértigo desordenante del amor radical. Entre comprar cada tanto las baratijas del "amor como sí", y afrontar los costos del violento movimiento sísmico que produciría entregarse de lleno a un estado de enamoramiento seguramente perturbante... la gente suele preferir volver a la cueva de los artificios, ser una sombra bajo las tranquilidades embalsamadas de sus no muy variados "como sí", o cada tanto jugar al acto pseudomágico del encuentro sin auténtico hechizo conmovedor. La opción del amor es realmente tal cuando viene acompañada de una caída libre en el abismo del enamoramiento y fuerza en su arrastre vertiginoso a revisar la vastedad de cotillones con que se ha disfrazado hasta ese momento el tedio, la decepción, la inautenticidad. Amar requiere coraje.

Enamorarse plenamente es un fenómeno ciertamente infrecuente.
Raro.
Perturbante.
Volcánico.
Amar, como radicalidad afectiva, es una compleja combinación de anzuelos que el enamorado mismo desconoce pese a estar capturado por sus narcotizantes efectos.

Hay seres enamoradizos, por cierto. Pero la entrega a un amor fuerte, desestablizante, conmocionante (y por eso mismo, potencial lazo en que se proyectan deseos vitales claves para un devenir ascendente -spinozianamente hablando) no se encuentra a la vuelta de la esquina. Ni siquiera es simple de hallar para los coleccionistas de citas y gimnastas en el arte de enumerar conquistas en serie. Que el sexo sucede sin apelación al amor, no es novedad, pero también deberíamos detenernos a pensar si es que el amor no puede suceder sin una atracción sexual de forma y fondo. Somos primeramente animales sexuados, y por suerte en algunas maravillosas ocasiones, nos sucede ser amorosamente sexuados, pura y amorosamente sexuados.

Como sea, no es nada simple ni frecuente hallar un otro a quien "recortar” como ser singular de entre muchos otros posibles, y que todos nuestros sentidos caigan allí desbordadamente enamorados. Amar es pender de un hilo. Los hay de oro. O de frágil y breve baba...





-Inmorales conclusiones

Llevo mucho tiempo (años ya) leyendo los trabajos fisherianos. Sus libros, sus investigaciones, y ahora escuchándola con gran atención desde esta cosa fantásticamente conectiva que es Internet en donde se pueden oír muchas de sus conferencias y charlas las cuales también constituyen una fuente suplementaria de información reflexiva, científica y a la vez sensible para entender el territorio del amor.

Considero que Helen Fisher es quien más ricamente aporta sustento argumental para eso que he intentado despuntar en mis seminarios sobre “Amores Multiples”: esto es, amar, desear sexualmente y apegarse a un compañero en un team reproductivo para cuidar nuestras preciadisimas crias humanas no coincide exactamente en el mismo y único ser.

Podría desprenderse así el siguiente decálogo de a-morales conclusiones:


1) Se puede amar a un ser, aún cuando los deseos se hallan languidecido.

2) Se puede desear sexualmente sin por ello tener ningún sentimiento de apego de pareja.

3) Se puede desear a alguien y amarlo, sin apego de pareja

4) Se puede experimentar apego de pareja sin que halla fenomenología de "enamoramiento"

5) Se puede amar a un ser con inmenso apego de pareja, pero sin lujuria sexual alguna

6) Se puede amar a un ser, y desear a otro simultáneamente

7) Se puede desear a alguien sin experimentar "amor"

8) Se puede amar, desear y apegarse a un mismo ser

9) Amar, desear y apegarse pueden ser experiencias que se vivan simultáneamente con distintas personas

10) Puede que no se ame a nadie, ni se desee a alguien, ni se viva apegado a alguien en ciertos períodos de la vida.


Como se puede apreciar, esta independencia y a la vez interconexión que puede producirse entre deseo, lujuria, amor y apego desordena sin compasión el esquema amoroso tradicional que hemos heredado de la modernidad y su mito romántico hegemonizado. No es que lo destruya ni lo niegue. Por el contrario, pone en juego el amor romántico como uno de los modos de amar que puede o no combinarse con las otras formas amatorias. Lo que sí hace es pegarle una regia patada en el trasero a los moldeos moralizantes en torno a los cuales se nos ha inculcado "una" forma pretendidamente validada de amar que invalida otras. Vuelvo al título de aquellos mis queridos seminarios: "Amores Múltiples - De la fidelidad moral a la ética de las lealtades".




-Variaciones amorosas, amorosas variaciones

Nuestra biologia (y la evolución de millones de años de los tres circuitos cerebrales “sexo-amor-apego”) no está diseñada para hacer coincidir en una sola persona esta triada. Cuando coinciden estamos ante una vertiginosa y casi increíble lotería de la existencia. Sucede, claro que sucede! Pero muy pocos incluso se quieren anoticiar de que tienen el boleto ganador a mano aunque la bioquímica del enamoramiento los sacuda! Y es que siempre hay armas silenciadoras de las propias pasiones. Siempre hay bridas a mano en aquellas almas que no cuentan con la audacia suficiente como para caminar en campos minados. Siempre lo abismal de un "acontecimiento amoroso" desorganiza temerariamente los delicados órdenes que costosamente inventamos para sobrellevar el caos interior... y a veces no se puede o no se quiere lidiar con los llameantes excesos e irracionalidades varias que promete el vendaval de afecciones de una abrasadora pasión en gestación. 

Vivir un gran amor es transmutante.
Pensar el amor en clave fisheriana es desafiante.

Aquí he bocetado mis particulares y “borradores” de resonancias acerca de las conclusiones con las que he de lidiar ante el planteo de Fisher, que no por apoyado fuertemente en la biología es reduccionista en lo más mínimo:

a) Los humanos no somos seres naturalmente monógamos.

b) El “amar múltiple”, tal como lo he denominado, es el estado de mayor expresión de lo que auténticamente “puede” la potencia de un cuerpo.

c) Podemos "amar múltiplemente" a un mismo ser, en tanto ese ser posea concordantemente múltiples anzuelos amorosos que mantengan al amor en constante atracción (física, intelectual, erótica, psíquica, etc.).

d) La perfecta salud, como estado de sobreabundancia de nuestras fuerzas vitales (me paro ahora en basic Nietzsche), no conduce justamente a restringir ninguno de estos tres circuitos, sino a animarlos y estimularlos desde la experiencia y la experimentacion existencial. Lo que la perfecta salud amorosa no predice es la unificación de amor-deseo-lazo sobre un sólo y único ser. Puede que acontezca o no.

e) Las combinatorias abiertas que supone este soporte cerebral que todos poseemos inspiran naturalmente a amar, sexualizar, reproducirse, apegarse a un ser único para cuidar la vida en común... por un tiempo.

f) Alguno o algunos de estos circuitos puede –y suele…- independizarse perfectamente de los otros dando lugar a que uno de los modos (el apego, el deseo, o el amor) fluya hacia otro ser.

e) Así, podemos amar a la madre/padre de nuestros hijos sin que ello implique lujuria sexual. O se puede tener una pasionalidad feroz por alguien con quien jamás decidiriamos formular siquiera la idea de “formar una familia”, y así (dejo en este punto a cada quien que arme todas las variantes que se desprendan de esta combinatoria abierta).

Si me preguntan qué prefiero? Indudablemente me inclino por la proyección sobre un mismo ser de la pasión deseante, el apego a largo plazo y el amor romántico. Es lo que se podría llamar una lujuriosa monogamia. Pero también sé que mi preferencia inclusiva de los tres circuitos no es la que se escucha en los relatos de soledad, de traición, de tristeza, de insatisfacción, de engaño, de frustración, de dolor que pueblan el aire discursivo que se teje en los divanes de los analistas...





-La siempre molesta pregunta por el "Ideal"

Será entonces esta conjugación de la tríada amor-deseo-apego un ideal temporal, cuando no directamente un ideal inhallable?

Los dejo con esta pregunta que, francamente, no me he respondido en forma precisa aún. Pero también los dejo con la pedagógica charla de Helen Fisher para tratar de desenredar la madeja... o enredarla inteligentemente un poco más para aportar a futuros desenredos. La charla está en inglés, pero si quieren ver los subtítulos en español, hay un botoncito que dice “View subtitles” y les aparecera un menú de opciones de idiomas, cliquear en “Spanish”, y podrán leer simultaneamente con la conferencia.



I'm just simply saying that a world without love is a deadly place.

Simplemente estoy diciendo que un mundo sin amor es un lugar muerto.



... I will end by saying that millions of years ago, we evolved three basic drives: the sex drive, romantic love and attachment to a long-term partner. These circuits are deeply embedded in the human brain. They're going to survive as long as our species survives, on what Shakespeare called “this mortal coil”.
... terminaré diciendo que hace millones de años, evolucionaron tres impulsos basicos: el impulso sexual, el amor romántico, y al apego a una pareja de largo plazo. Estos circuitos están profundamente integrados en el cerebro humano. Y van a sobrevivir tanto como nosotros sobrevivamos como especie, es lo que Shakespeare llamo "este trajin mortal".











Video from TED: Talk : Helen Fisher tells us why we love + cheat
http://www.ted.com/talks/helen_fisher_tells_us_why_we_love_cheat.html

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viernes, 16 de septiembre de 2011

viernes, 9 de septiembre de 2011

Vigilia - Frank Outlaw



"Vigilia"
Frank Outlaw



"Vigila tus pensamientos, se convierten en palabras;
vigila tus palabras, se convierten en acciones;
vigila tus acciones, se convierten en hábitos;
vigila tus hábitos, se convierten en carácter;
vigila tu carácter, se convierte en tu destino."



Frank Outlaw
Cowboy del siglo XIX
(1856-1930)


("Watch your thoughts, they become words;
Watch your words, they become your actions;
Watch your actions, they become habits;
Watch your habits, they become character;
Watch your character, it becomes your destiny.")




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lunes, 5 de septiembre de 2011

"Así morir es un simple retorno" - Pablo De Rokha, Hijo ("Testimonial Testigo")





"contad con mi cadáver puro
que aunque muerto ya estoy
estoy viviendo...
Así morir es un simple retorno."



Pablo De Rokha, Hijo
En "Testimonial Testigo" - Poemas Póstumos (1965)
Ediciones La Pala, junio 2011


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