miércoles, 23 de junio de 2010

"Ama-gi" - Sin libertad... nada vive



"Ama-gi"
Sin libertad... nada vive




"Vale más un minuto de pie que una vida de rodillas."
José Martí 



 

-Ama-gi


Hace ya unos años, mientras promovía algunos encuentros temáticos de filosofía en el “Café del Lector” (con una vista de lo más grata a los jardines de la Biblioteca Nacional) uno de los entonces  asistentes -el muy querido Juan Heredia- tuvo la maravillosa idea de traer a una de las charlas una pequeña fotocopia blanquinegra que representaba el símbolo más arcaico de la libertad. “Ama-gi”.

“Ama-gi” es la palabra más antigua hallada a la que se le atribuye el significado de “libertad” y/o “liberado”. Esta palabra sumeria escrita en caracteres cuneiformes alrededor del 2300 aC. fue hallada en la ciudad de Lagash, repujada sobre una pieza de arcilla.  

Justamente en aquella charla que hoy evoco nos convocaba como asunto a reflexionar "la libertad”. Era la segunda vez que abordábamos el mismo tema puesto que la primera vuelta no nos alcanzó con dos horas de intercambio de pensares y citas para darnos por satisfechos intelectualmente. Supongo que podría haber coordinado otras cien, miles de charlas más en torno a las cuestiones libertarias, y aún así no habríamos agotado el tema. Es que la libertad no es asunto posible de ser encerrado siquiera desde la pasional voluntad de pensar.

La resbalosa libertad... como un pájaro rebelde, siempre se nos va de las manos tanto como de las teorizaciones.

Recuerdo que con Juan mirábamos con imaginativo detenimiento las formas del símbolo  “Ama-gi” y, de hecho, veíamos la libertad que allí los ancestros sumerios habían  intentado bellamente  representar.  Yo creía poder percibir en el símbolo aquel una flecha encerrada que luego tomaba fuerza multiplicante en el aire. Tanto me impactó el símbolo en cuestión que un tiempo después terminé trabajándolo en una rugosa tela que hoy pende en una de las paredes de mi casa. Por lejos, "Ama-gi" es mi cuadro predilecto.





-Intermitencias libertarias


No he podido responder a un “qué” es la libertad. 
El “qué” mismo ya es improcedente para quien intente empantanarse las neuronas y sentires en este territorio. 

Así como la libertad se escabulle de cualquier burdo corral definicional, tampoco gusta de ser conjugada vulgarmente. 
No se “es” libre.
La libertad no es un "estado", no es permanencia, no sabe de fijismo alguno.
No se trata de una "estancia" sino más bien de una vulnerable intermitencia.
No hay existencia que soporte un constante “soy libre” (excepto, claro está, en las ficciones idealistas o en la imaginería  futurista de algún anarquista). Con  suerte “sentimos” que somos libres en ciertos momentos, o para tomar ciertas decisiones.
La libertad es una ráfaga… pero incluso esa ráfaga debe ser cada vez ganada, merecida,  peleada. No hay gratuidad en las diversas experiencias de la libertad.  En medio podríamos discutir acerca de los alcances y validez del "libre albedrío" (con el que, desde ya, no comulgo) o cómo intervienen  de manera imperceptible e irracional nuestro complejo cuerpo y sus  totalitarias necesidades, nuestro sistema nervioso, nuestras desaforadas hormonas, nuestra bioquímica cerebral. Ufff!!!!  Meterse a pensar la libertad es como introducirse de noche y con neblina en el laberinto de Creta,  con más de un hilo, varias Ariadnas hablándonos al unísono, y con una cabeza de Minotauro fractalizada esperando para desafiarnos en cada falsa salida de las muchas con que seguramente nos topemos.

La libertad, por otra parte, pendula entre la alegría (libertaria) y el dolor (que inevitablemente deviene durante el proceso de liberación). Porque liberarnos implica, en efecto, pasar por duros momentos de dolor, de llanto incluso, de sufrimiento. Liberarse duele,  la carne  queda marcada con  las huellas de la batallas emprendidas, la memoria carga con la penuria de los enfrentamientos perdidos y nos  quedamos lamiéndonos más de una malditísima herida.  El proceso de liberarnos es similar al del que debe atravesar quien convalece: se está un paso más allá de la “enfermedad de las cadenas” pero nunca se termina de estar totalmente inmunizado contra  aquello que nos dictaba el libreto de nuestra esclavitud.




-Barbaries esclavizantes y "Ejercitos de moralidad"


Como tema del pensamiento, confieso, no he podido nunca (ni podré) terminar de cercar  el asunto de la libertad. Incluso cada día se me vuelve un poco más rizomático el tratar de pensar en ella.  Con respecto a la libertad siempre me nacen nuevas dudas, nuevos ductos de sentidos imprevistos, nuevos escabullimientos, nuevas escondidas, nuevas maravillas que me perplejan, y nuevos despellejamientos  en los que tiemblo al ver su rotunda ausencia.  Ayer, sin ir más lejos, leía sobre los  "Ejércitos de moralidad" en Somalía, amparados y estimulados por el estado religioso islámico.  Los  "Ejércitos de moralidad", como una suerte de patrulla inquisitorial en versión islámica, salen a diario por la calles  de aquel pobrísimo país a cazar a aquellos hombres que no cumplan con el deber de... llevar  la barba  mahometana...!!! so pena de latigazos, amputaciones, lapidación, y pena de muerte. Cuando veo tamaña demencia religiosa en las sociedades radicalizadas que gobierna  el islamismo, la lucha por las libertades en occidente casi me parecen una vanalidad cultural.  Puede una sociedad humana en el siglo XXI castigar físicamente  con tanta ferocidad en nombre de la moral, de un profeta, de un libro sagrado? Pues me resulta estremecedor que  esto suceda  y que en nombre de las "tolerancias" deba considerar que no es correcto entrometerse en culturas en las que el clítoris de una mujer deba ser infibulado.  Al diablo con la tolerancia! Esto es lisa y llana  crueldad.  Lisa y llana ignorancia. Lisa y llana pulsión de muerte con el soporte de una institución religiosa. Y como diría el poeta... sin libertad... nada vive!!! 

Efectivamente los asuntos de la libertad aún me afectan. Me alteran. Me sacuden. Me urgen a intervenir. Y será por ello que mantengo esta tensión reflexiva sobre este asunto, pues respecto de la libertad hay aún mucho nudo que desatar y mucho hijueputa que juzgar... 

Mientras me quede lucidez y fuerza patearé cuanto trasero haya que patear para  denunciar  las múltiples formas que asume la esclavitud, la coerción sobre los cuerpos, los indignos modos de avasallar la libertad de ser. Siendo así, y habiendo tanto por hacer, espero morir sin hallar la clausura meditativa  a la problemática de la libertad. 






-Un continuo e infatigable devenir libre... propio y del otro!


La libertad es asunto propio de lo interminable.
Eterno work-in-progress.
El devenir infinito es su sustancia, su medio, su vasto territorio en el que domina soberanamente…


Para el que retorna de alguna esclavitud, o simplemente para quien recupera la plenitud de su ser-en-libertad, poco hay más gozoso que sentir el aleteo de la propia potencia.  Sí, porque no concibo la palabra libertad sin asociar con ella la alegría súbita de sentirse potente.  Libertad y esplendor de las propias potencialidades me resultan un par indisociable. Y en esta indiscernibilidad también debería encuadrarse otro duro trabajo para el ser: vivir y amar a otro ser cuando éste practica su propio ejercicio de la libertad. Durísima tarea de aceptación intersubjetiva! Porque se puede, a duras penas -valga la expresión- soportar en teoría que el ser amado (la pareja, los hijos, los padres) ejerzan la libertad, amplien sus dominios libertarios, exploren su condición de seres-para-la-libertad. Pero no se trata justamente de "soportar". El que soporta está cargando un peso,  la libertad del otro se le hace pesadez existencial, emocional, sentimental. El que soporta está padeciendo la libertad del otro. No la ha entendido. No ha logrado "abrazar" la libre intermitencia del otro, ergo, no puede disfrutar de la potencia que ese ser libera  ni de los productos gratificantes que el otro coseche desde el cultivo de su libertad.  Se precisa ser (muy) generosamente des-resentido para hallar serenidad y gozo cuando el ser que se ama dispone de ese estado de maximización deseante que es sentirse libre...


Cuando se trata del cuidado de la libertad en uno mismo las cosas no son tampoco sencillas. En el plano del propio trabajo sobre sí mismo la libertad requiere ser cultivada y  también ser considerada como un logro perdidizo inestable e intermitente. Y esa conquista y cuidado  es únicamente sobrellevable por espíritus fuertes. No importa cuánto se halla perdido de  la propia libertad de sí dentro de alguna sombría jaula circunstancial,  no importa la jaula misma, no importa cuánto se haya puesto en peligro de la saludable autonomía, no importa cuán marcados hayan quedado los tobillos arrastrando grilletes invisibles. No importa la postración inmunda y enfermiza que se haya atravesado. De toda circunstancia esclavizante puede retornarse en la medida en que uno sea capaz de re-disponer  corajudamente de todas sus fuerzas vitales, ponerse de pie y enfrentar la dureza de ese proceso de recuperación de sí que es la liberación.  E incluso hay tiempos históricos en los puede que la propia vida se nos vaya (o resolvamos entregarla) en esa dignísima empresa.


La brisa libertaria sopla desde adentro hacia afuera,  desde el alma hacia el mundo y sus seres...  y siguiendo los juegos circulares va y viene reconfigurando al ser, su conectividad con el mundo y a ese  mundo mismo. Pero hay que ser digno de recibir ese soplo giratorio de vida. Conquistada nuestra merecida libertad luego de insomnes desvelos en los que la tristeza paracía querer deglutirlo todo, llega el tiempo de la lluvia. La libertad es un torrente que nos invita a recordar el don de fluir, rememorar los dones de la siembra, saborear la productividad deseante como una recuperada capacidad de dación para sí y desde sí…




-Libertad poetizada


Me gusta Martí cuando ruge, canta, sangra, canta estetizando la condición libertaria.
Recupero de la fertilidad legada por sus letras este precioso fragmento al cual –libremente- le he dado la forma de poema conservando tal cual cada palabra, aunque haciéndolas respirar un formato y un tempo de verso-a-verso. Libertad poetizada. 



Como el hueso al cuerpo humano,
y el eje a una rueda,
y el ala a un pájaro,
y el aire al ala,
así es la libertad la esencia de la vida.
Cuanto sin ella se hace es imperfecto,
mientras en mayor grado se la goce, con más flor y más fruto se la vive.



José Martí
1853-1895
Político y escritor cubano
(fragmento aparecido en "La America", New York, septiembre de 1883)



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