sábado, 20 de marzo de 2010

Tsunetomo Yamamoto, Tashiro Tsuramoto: las enseñanzas del “Hagakure”




Tsunetomo Yamamoto, Tashiro Tsuramoto
Las enseñanzas del “Hagakure



No ceses en momento alguno de esculpir tu propia estatua.

Plotino




Ante la muerte de su maestro ocurrida en 1700, e impedido de practicar el seppuku, Tsunetomo Yamamoto -uno de los más relevantes samurais del siglo XVIII- se rapó y se retiró a vivir apartada y ermitañamente a una choza en las montañas.

Durante siete años compartió esa vida monacal de retiro y renuncia al mundo junto a su discípulo, escriba y amigo Tashiro Tsuramoto.

Fue este último quien compiló de manera unificada las enseñanzas y lecciones transmitidas a través de aquellas conversaciones de Bushido con Yamamoto, las que luego se llamarían “Hagakure” (expresión que en japonés significa “oculto trás las hojas”).


Como una suerte de “Enquiridion” en versión japonesa, aparecen allí toda una valiosísima suma de consejos, máximas, advertencias y enseñanzas imprescindibles para comprender el modo directriz que las recomendaciones de un maestro samurai dejó como legado a quienes le sucederían en el tiempo.

Bastante poco sabríamos del Bushido como estética de vida y ética de la subjetividad sin la transcripción de aquellas charlas. El “Hagakure” es, desde el punto de vista de la producción de la subjetividad guerrera, un sistema cuyas ideas permiten inferir la complejidad que poseía el modo de vida samurai.

Lo que Foucault conceptualiza –siguiendo a los griegos- como "epimeleia heatou" (Curso del Collège de France, año 1981-1982) es una práctica que si bien se halla ligada a la experiencia, la desborda generosamente. Citando a Foucault, el precepto de la epimeleia heatou se refería justamente a : “trabajar o estar preocupado por algo (…) describe una suerte de tarea, una actividad, implica atención, conocimiento, técnica”.

Ese “modo de cultivarse a sí mismo” a fin de elaborarse, convertirse, experimentarse a sí mismo, transformarse y acceder a un determinado modo de ser implicaba, como vimos, una askesis en la que intervenían toda una amplia cantidad de ejercicios sobre sí y para sí. El “Hagakure” se halla transversalizado constantemente por criterios que apuntan a ese cultivo de sí del que ya nos advirtieran los griegos.

En sus recomendaciones e ideas el “Hagakure” no sólo constituye un bello legado poético-existencial de un maestro a su querido discípulo, sino que ofrece un corpus desde el que se transparenta la ética y estética del modo de existencia samurai. Valga aclarar que hasta el siglo XVII no existió código escrito que aportara de manera clara los criterios de formación y las obligaciones a que estaban sujetos los samurais. Recién en el año 1615 apareció el llamado “Bukhé-sho-hatto”, un breve escrito destinado a las familias marciales que fue realizado por el monje zen Suden. El texto tenía trece preceptos que enmarcaban el comportamiento a esperar por parte de un guerrero samurai. Empezaba con las siguientes palabras:


“Las artes literarias,
el ejercicio de las armas del arco y de la caballería
son los estudios que deben seguir regularmente los samuráis”.


En cuanto a los escritos del Hagakure éstos fueron transmitidos durante dos centurias entre los guerreros japoneses de manera secreta. La reproducción de estos saberes fue hecha a mano, circulando de manera casi invisible entre los denominados samurais “despiertos”. Recién en 1906 esta suerte de memorias pedagógicas dialogadas fueron publicadas por primera vez.


Unas últimas reflexiones (que serían del agrado de Heidegger, seguramente...) de Tsunetomo Yamamoto, recogidas en el "Hagakure":



Sólo cuando uno consiga día y noche pensar en la propia muerte,
aceptar la propia muerte
y vivir asumiendo a toda hora
que el destino de uno consiste en morir,
habrá alcanzado la libertad en el camino del bushi
y podrá desempeñar su función, en tanto que bushi,
sin cometer jamás ningun fallo.



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