sábado, 20 de junio de 2009

El sereno poderio de pensar



El sereno poderio de pensar



Wir kommen nie zu Gedanken.
Sie kommen zu uns.

(Jamás vamos nosotros hacia los pensamientos.
Son ellos los que vienen a nosotros.)

Martin Heidegger


Pensar.
No hay "plan" en el pensar.
El pensar es una serena agitacion que acontece por fuera de la voluntad o la finalidad.
Carece de sentido sostener que exista "un objetivo por perseguir" en eso que llamamos pensar. Sencillamente el pensar acude a nosotros… y a traves de el –con algo de suerte, entrega y empeño- conquistamos saberes, o creencias, conocimiento, o mentiras, verdades, o sus sombras. Pensar no tiene que ver con un quehacer, ni con una praxis o una realizacion de acciones. Pensar es abandonarse silenciosamente a que algo no previsto suceda. Para ello es preciso dejarnos a nosotros mismos. Casi apartarnos de sí. Testimoniar mas que asistir a ese abandono. Sobrevolarnos. Olvidarnos del Yo funcional que vive sisificamente atenazado en sus roles, y esperar en silencio lo que advenga como pensamiento.
No hay provocacion, ni un proposito previo en el pensar, simplemente -y en esto se parece curiosamente al amor- sucede. El pensador ingresa en la experiencia pensante del mismo modo que el enamorado entra al territorio de la pasion: entregado inexorable y poderosamente a no-se-sabe-bien-que...

Pensar es, en primera instancia, la disposicion a una contemplacion silente.
Y sucede en el asombro de abrirse al viento de lo inexpectado. Entonces algo se anuncia, adviene involuntariamente, y se produce… pensar.

Que hay de nuestro “animal racional”? Poco, por no decir casi nada.
Hay el aviejado y empequeñecedor vicio de monarquizar a la Razon, y con ella, dotar de efctos casi magicos a la ilusion de dominio a traves del logos, de control racional jugado a traves de nuestra comediante y comedida “inteligencia aprehensora”.
Debilitada esta ficticia centralidad del ser racional, nos queda el animal que somos… nuestro cuerpo con sus potencias y sus silenciosas estaciones vitales. A veces quedan apenas gestos sin palabras. Signos que desconocen linguistica alguna. Rastros de afecciones. Pulsares de nuestra necesidad resaltando la notable indigencia de libertad en que se mueve nuestro cuerpo.

Y aun asi, pensar.

Pensar atreviendonos a ser, temporalmente, silenciosos solitarios. Vagar en la oscuridad con la misma ligera curiosidad con que lo hariamos en la luz. Caminar calladamente por entre el despilfarro de voces inutiles y falsas que hacen pesado respirar el aire. Salir con la linterna, a lo Diogenes, y no "querer" buscar nada en particular. Dolorosamente balancearse hacia lo real, aun bajo pronostico de tormenta, asombros subitos y remolinos desconcertantes.

Los pensamientos llegan si nos atrevemos a la entrega.
Quiza esta sea la unica explicacion mas nitida que he hallado para apenas comprender la llamada “angustia ante la hoja en blanco”.
El que es un genuino creador jamas la experimenta. Como la mejor de las amantes, la pagina alba siempre resulta una piel invitante, y abre sus piernas transparentes para ofrecernos el lubrico manantial de su amorosa oquedad. La pagina en blanco nunca es disparadora de vacio para estos espiritus intrepidos, sino mas bien, preludio de com-posicion (de poner junto, de amalgamar lo Nuevo, aun con las ajadas ataduras del viejo lenguaje). La hoja en blanco es llamado a la plenitud de invencionar, por eso, no hay sensacion de angustia ni paralisis, sino celebracion ante el espacio que clama por palabras, que recibe a las ideas en su palida morada hasta alcanzar el color que dibujan las formas de las letras que la habitaran. La hoja en blanco es la anticipacion de un bello ropaje de signos a traves del que se apersonaran las fuerzas redentoras de la originalidad productiva del pensamiento. No hay detencion ni inmovilidad en ese espacio en blanco, sino temblor que se mueve en direccion a la inquietud creativa que se avecina.

El pensar es territorio de fuerzas. Pensar es poderio: el de un “acontecimiento” que siempre se despliega en un mas alla del simulacro e imposturas del intelecto.


__________________________________________________________________