sábado, 23 de agosto de 2008

Mobbing, o acerca de nunca abandonar los guantes



Mobbing
O acerca de nunca abandonar los guantes



Yo nunca insulto,

caballero,
diagnostico.


"Higiene del asesino"
Amelie Nothomb





Hay gente de mala madera. Bichos oscuros, desagradables, hundidos en la indigencia existencial y el resentimiento destructivo, envidioso, peligroso.
Mala gente.

A veces pienso en la salud mental de los antiguos, en la plenitud de su salud social comparada con lo enfermo de nuestras sociedades mas "civilizadas" (ja!), aun en medio de sus sangrientos combates, sus orgias, sus sacrificios de inocentes tripas expuestas sobre altares sagrados, su estado de guerra y esas microexcepciones a las que llamaron "periodos de paz". Pero en medio de esas batallas cuerpo a cuerpo, en medio de tanto espectaculo en que Dionisos combinado con Atenea daba por resultado un arte en que combatir era asunto de musculos, derroche e inteligencia y habilidad logica, algo muy sano tenian los antiguos: se cagaban a golpes reglada y no regladamente de ser necesario con el solo fin de resolver las cosas con dignidad y transparencia. Retos directos. Como el de Aquiles a los gritos exigiendo a Hector que salga de detras de mis altos muros de Troya y pelee, como lo hacen los seres dignos de ser llamados "valientes". Nada de mediadores, counselors, psicologos, expertos en solucion de controversias, abogados o recursos de amparo ni ninguna de esas pajas. Habia litigio entre dos, y a nadie se le hubiera ocurrido que sea una opcion menos valida que otras mas "refinadas" retar al oponente-adversario-agraviador a poner el cuerpo en estado real de pelea. Boxearse, digamos, para decirlo mas claramente.

Solo dos veces en mi vida me agarre a tropadas con alguien. Fue en la via publica. Si si si, lo se, muy poco presentable para el curriculum de una mujercita (tendria unos 20 de edad para la epoca de esas peleas). No quiero justificarme, no me importa hacerlo y menos a estas otras edades en las que duplico a aquellas, pero de pequeña mi heroina radical era Wonder Woman, si, con Linda Carter, sus super tetas, su short azul con estrellitas y su lazo. Me habia fabricado yo misma todo el equipo, hasta el cinturon dorado, y me tiraba desde la ventana del dormitorio de mi abuela Isabel al jardin delantero de la casa para aplicar justicia imaginaria a bandidos y desgraciados canallas fantaseados, y a las piñas y patadas atrapar al delincuente con mi super lazo. Anyway, me agarre dos veces a las piñas en la calle. Vida real, ya no era el jardin de mis abuelos. En ambas ocasiones me pelee por razones directas o indirectas que me llevaban a defenderme en medio de situaciones que involucraban a alguno de mis hermanos varones, menores que yo. Lastimar a alguno de mis hermanos mas chicos era como si me doliera a mi en mis visceras de animal felino hembra fraternal incondicional. Jamas me arrepentia. Y no era por soberbia, porque realmente ninguna de las dos veces "venci ni fui vencida", sino que hubo sencillamente pelea callejera, simple, o sea, una (en ese caso yo) contra otra persona. Y no me arrepentia porque el arrepentirse implica una conciencia nitida de hacer algo malo. Y yo no llegaba ni a estar conciente -porque recuerdo perfectamente que seguia un impulso natural y sanguineo a no-poder-resolver-mas-que-de-ese-modo-la-cosa- ni sentia de ninguna manera que habia hecho algo malo, digo, yo me sentia frescamente extramoral en esas ocasiones. La ultima vez perdi la manga de mi camisa arrancada por un secuas repentino que reaseguro la supremacia de mi oponente. Si, pelear no es asunto estricto de ganar o perder, de estropearse la ropa, de lastimarse los nudillos, o bajar un par de dientes con un golpe bien dado. Pelear es el supremo derecho a dar pelea. Por eso el resultado es relativo, pues lo que se siente es que el "asunto" que nos ha llevado a esa inusual experiencia de confrontacion fisica era un asunto que ameritaba ser ubicado en el cuerpo, sacarlo de la sofisticacion de los signos y la lucha simbolica, y hacer reaparecer en la verdad y pureza de un cuerpo enojado el mensaje sin rodeos de que uno esta totalmente dispuesto a protegerse defendiendose en la lucha. La palabra, mal que nos duela a los que nos maravillamos con su poderio, tiene limites, se agota, es ocasionalmente completamente inefizaz y hasta contraproducente. No siempre defenderse es calzarse los guantes, claro esta. Pero a veces no vendria mal perder la correcion politica y aplicar un buen cross en la mandibula de un hijo de puta que bien se merece que le hagamos saber que estamos pasados de paciencia, hartos de buenos modos, tapados de fojas y documentacion, y repodridos de actuar de acuerdo al polite behavior. El animal desenjaulado a veces es mas sano y claro para reubicar los limites que la political correctness, contra la que cada vez mas me voy declarando en estado de sublevacion.

Sino siempre queda el consuelo de que alguna vez se restituya una forma actualizada de aplicar el ostracismo, pues hay gente que francamente mereceria ser "ostraciada" de empresas, ministerios, academias, escuelas, sindicatos, prisiones, hospitales, etc. dado que han demostrado ser capaces de destruir vidas personales solo por jugar los juegos del abuso de poder, del bulling, de mobbear a tal punto de joder el proyecto profesional o vital de alguien. Si, cuanto quisiera que existiera la posibilidad de juzgar pro-ostracismo a los que joden vidas ajenas a traves de los variados modos del mobbing. Como dice Josep Albaiges en "Alcibiades, el primer griego":

"Una preocupación constante en toda la historia de Atenas era el temor de que las personas con excesiva popularidad por su actuación política, militar o por su riqueza pudieran abusar de ella convirtiéndose en dictadores. Para evitarlo, Clístenes creó una institución peculiar, el ostracismo (*del griego ‘ostrakos’, ‘cerámica’). Se celebraba anualmente, si la Ecclesia lo decidía, una votación en la que en trozos de cerámica se escribía el nombre de una persona considerada peligrosa, y el "elegido” era desterrado de Atenas por diez años, sin juicio ni mayores formalidades."


Un Clistenes quisiera se me aparezca, con su ostracon disponible y el derecho a que escriba!!!!!!
Con que gusto le daria tres o cuatro candidatos/as para repujar sus nombres en la ceramica !!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Con que ganas "diagnosticaria" a esos/as canallas que deberian retirarse de su juego sadico!!!!!

Pero no hay Clistenes. No hay. No hay (...mierda!)
Ni terracota en la que escribir, ni Agora de Atenas en la que reclamar parrhesiasticamente verdades abiertas como alas.
No hay.

Pero aun, aun, todavia... todavia me queda la majestad del honor, un honor animal, un honor libero y liberador: me queda la posibilidad de poner una linda piña. Volver a la Wonder Woman que tanto inspiro mis aventuras imaginarias de la infancia, mi identidad justiciera, mi sentido del cuerpo como arma total.

Y a veces un buen golpe de pu
ños en la cara del cretino correcto reacomoda -ademas de un par de piezas dentales- un cierto orden que escapa a las jerarquias de la disciplina laboral/escolar/institucional/organizacional. Restituye el orden vital, que nada tiene que ver con jefes, supervisoras, profesoras irritables, o coleguitas escolares dispuestos a descerebarnos con sus tendencias abusivas. Un puño cerrado, embocado en el cuerpopersonamascara correcta restituye eso de que a veces olvidamos: que para vivir de pie y con la frente en alto, es necesario literalmente y sin metaforas dulcificadoras eso de "fight for life".


Y hacer un poco de ejercicio de justicia contra los delincuentes (esos que,no nos meten la mano en la billetera, ni nos roban el auto, ni adulteran documentos, sino que roban pedazos de vidas profesionales, laborales o estudiantiles) es dar batalla por una vida que recupera sus libertades en cada acto liberador que consuma.

Hacer moobing es un delito.
Y quien lo cometa, un decidido delincuente hijo de puta.
Y yo, yo aun alimento a mi propia latin version de Mujer Maravilla en mi profundo oceanario interior de amados seres anfibios (mital fantasia, mitad "moi") que no abandonare jamas.




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