domingo, 27 de enero de 2008

Sin voz


Es finales de un domingo por aquí.


Lazy Sunday afternoon

lazy Sunday night .


Siento una vulgar pereza

ganas de hacer nada

y en el pensar, surge esa “cosa” anodinizante que aparece con el correr de las horas de los días domingos. Círculos por doquier. Círculos que me limito pusilánime-mente a seguir, tocar, dibujar en el aire con el bostezante dedo de la ociosidad cerebral.

Leo un destartalado y cintascotcheado diccionario de latín. Sí, siempre he amado leer con avidez y profunda concentración diccionarios. Los que sean, como vengan, de distintas lenguas, de sinónimos y antónimos, aunque los de etimologías me pueden, pero todos los diccionarios me pueden, por lejos, son los libros que seguramente rescataría si quedara varada en una isla desierta. Cueva de sentidos extraviados, callejón de secretos vueltos tercera acepción, acobijado cauce para imaginar nuevas combinaciones de letras para nuevas combinaciones existenciales (tengo un minidiccionario de bonitos neologismos de mi autoría en los que me divierto imaginando mejores volteretas para nombrar lo aún innombrado), arcón de usos tristemente perdidos como si fueran valiosas llaves extraviadas de un pasadizo oculto de un castillo renacentista, todo eso y tanto más me inspiró y me inspira a leerlos desde siempre. De hecho, este de latín tiene su historia propia (qué libro no la tiene finalmente cuando entra a nuestro mundo privado…) y el pobrecito parece que se salvó en un incendio, una vela caída, un sahumerio derrotado por la ley de la gravedad, o una gran quemadura que no pasó a mayores, circunstancia cual sea por la que le quedó una mancha negruzca ya cicatrizada entre la portada y la página noventa… como sea, un sobreviviente, este diccionario de Spes de 1973.

Leo…

“Posible”, del latín possibĭlis.

“Imposible”, del latín impossibilis.

Y sigo, entonces los rieles de ambas palabras para entender más exactamente qué se juega en esa partícula privativa im-”.

Llego a algo curioso:

Impossibilis


Impos-: que no es dueño de, que no posee


¿De qué no somos dueños en lo impos-ible?

¿Por qué en lo impos-ible se pone en juego la herida de no poseer?

¿Es este maldito agujero en la posesión lo que hace que lo deseado y lo imposible formen una pareja para el desvelo de nuestras racionalidades bienpensantes?

Lo imposible… allí radica un sentido pleno de la no propiedad, de la imposibilidad de “adueñarnos de”, ni posesión ni detentación.

Los imposibles desvelan porque en ellos aún no estamos, y por ende, nuestra marca etiquetadora narcisista tan voraz y afecta a hacer “propiedad privada” de todo lo que pueda, queda en lo imposible invertida en sus términos y así, “privada de propiedad”.

Ahí está, lo imposible, como una suerte de instante inarribado saturado de esperas sin tiempo, sin luz sin visión. Lo imposible es ciego de sí mismo, invidente e invisible, desconocedor del sonido que nombra y al nombrar dota de existencia, una afonía sin voz, “ni voz… ni yo”.


Lazy Sunday afternoon

lazy Sunday night


Un domingo como un círculo.


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